viernes, 14 de septiembre de 2012

Todo lo real es racional ( o el desasosiego de las cacerolas)



Todo lo Real es Racional.
(La única Verdad es la Realidad)

La primera afirmación es de Hegel. La segunda solía ser citada por Perón aunque desconocemos su origen.


Ambas expresiones tienen una particular dualidad. Sorprenden por su fuerza expresiva pero no queda claro si tienen algún sentido más allá del juego de palabras. Y esta dualidad es inevitable por cuanto si no se dice algo más, ambas afirmaciones pueden ser, según el gusto de cada uno, triviales o sabias.

Pueden ser triviales o sabias según cual de los plurales significados de alguno de los vocablos involucrados sea el que se está mentando.

Todo lo Real tiene que haber devenido por un proceso de causa y efecto, salvo que creamos en milagros. En este sentido es racional. Sin embargo un breve análisis lingüístico podría indicarnos que no hay en esta descripción algo muy diferente a decir que todo lo Real es Real, o que lo Irracional es Racional pues es real, con lo que la solemnidad de lo dicho se disuelve en un segundo.

Pero además es una afirmación a posteriori, que nada nos dice sobre de que otra forma podría haber sido si ex ante las condiciones o las opciones fueran otras. Y la reflexión humana busca prever, anticipar, planificar y diseñar su realidad, no tomarla como dada.

También contienen una peligrosa inducción conservadora, porque si las cosas siendo como han sido hasta ahora, son la Verdad y la Razón, pareciera que no hay que intentar modificarlas.

Estos usos por cierto no son los que resultan legítimos, aunque sean profusamente usados por quienes se aprovechan de los criterios de autoridad para lucirse indebidamente.

Otro uso en cambio es del todo legítimo. Es el que trata de conminarnos a buscar las causas, en particular las menos aparentes pero actuantes, que están detrás de fenómenos que pueden no gustarnos pero que están ahí omnipresentes. Para de ese modo, quizás superar dichos fenómenos sin recaídas indeseables.

Veamos por ejemplo tres fenómenos.

Los fundamentalistas musulmanes, los neonazis y los caceroleros.

De los tres se podría decir, desde alguna perspectiva, que expresan la irracionalidad, lo que no debe ser. Sin embargo están ahí. Son reales y si seguimos a Hegel, serían racionales. Su presencia real, en las calles del mundo, los convertiría en encarnación de verdad.

El uso legítimo de las afirmaciones de Hegel y Perón sería otro. Se trataría de entender, sin concesiones complacientes, porqué existen y se manifiestan. Pero esto supone no aferrarse al facilismo de la explicación por adjetivación descalificante, que tanto complace a los que no gustan de estos personajes, pero que no modifica nada.

La adjetivación descalificante es precisamente el arma arrojadiza de fundamentalistas de toda laya. El otro no piensa como nosotros porque es malvado. Si entonces el diagnóstico del fundamentalismo se ha de reducir a señalar que es malo o irracional, nada hemos avanzado y quizás estemos retrocediendo ante la emergencia de esos fenómenos.

Neonazis, fundamentalistas y caceroleros actúan un resentimiento que tiene algún origen. Sus acciones pueden ser confrontadas de muy diversas maneras.

Se las puede considerar parte de la realidad desagradable con la que hay que convivir, descansando en la esperanza de que siempre serán minoritarias. Pero esto no toma en cuenta que en algún momento pueden ser mayoritarias, o que pueden tomar el control porque el activismo organizado suele prevalecer sobre la masa desorganizada y propagar su mito irracional en base a entusiasmar a los aburridos que no encuentran otro sentido en su vida.

Si en cambio se lo enfrenta reconociendo el peligro, habrá al menos dos modos de hacerlo. Uno inferior, colocándolos del lado del Bien y buscando reprimir. Otro superior, que trate de centrifugar y separar los elementos peligrosos de los segmentos sociales legítimos a los que han logrado entusiamar y dar sentido.

Los nazis originales aprovecharon los desastres del liberalismo económico, las imposiciones de los vencedores de la Primer Guerra Mundial y aplicaron políticas keynesianas sin reconocerlo, que sacaron a la gente de la desocupación. Si no hubiesen pretendido crear un imperio mundial hoy estarían quizás en el gobierno y se habrían reconvertido, como el caso del Franquismo en España. Por tanto su éxito temporario no fue fruto de la irracionalidad.

Los neonazis actuales les señalan a las poblaciones europeas que los políticos, conservadores y socialistas, les están desarmando el Estado de Bienestar y les introducen inmigrantes para tener mano de obra competitiva con la china. Los socialistas reaccionan ante esto como explicadores progresistas funcionales al interés neoliberal. Los obreros y empleados deshauciados se vuelcan en gran medida hacia aquellos que, aunque mórbidamente, los defienden.

Los musulmanes queman embajadas norteamericanas porque alguien editó anónimamente un video ofensivo hacia Mahoma o un cómic de igual intención. Poco importa que haya sido un particular sin culpa del Gobierno de los EE UU. La reacción no se hace esperar y se propaga. Parece irracional. Pero no lo es, si nos atenemos al uso legítimo de las afirmaciones de nuestro título. En realidad los musulmanes, que no están en una Guerra de Civilizaciones porque hoy no son Imperio, toman el único mito que se les ofrece para luchar contra la degradación de sus sociedades. Que ese mito sea “racional” para los fines objetivos que persiguen, es imposible saberlo. Pero funciona porque los aglutina y les devuelve el sentido de Comunidad. Para hundirlos en una nueva frustración, seguramente, pero mientras tanto es lo que tienen.

Quienes quieran terminar con el fundamentalismo y el terrorismo harían bien en ver si Israel es forzado a una Paz con seguridad pero sin sueños de expansionismo. Y si el petróleo árabe sirve para algo más que producir millones de miserables pseudo comerciantes y caminar hacia el desarrollo.

Nuestros caceroleros por fin, son unos personajes que han encontrado otro mito que da sentido a sus vidas. Ese mito es en muchos aspectos reaccionario e irracional. No protestan a causa de una crisis, y no encuentran representación política porque ni siquiera los políticos opositores razonables están dispuestos a comprar su proyecto racista.

Pero han encontrado la posibilidad de asociar a su distorsionada representación de la realidad, a amplias capas medias que objetivamente no tendrían porque sumarse.

Como hace EE UU frente a los fundamentalistas, podemos suponer que la tarea es sencillamente confrontarlos. Sin embargo, detrás del éxito relativo de su emergencia y movilización, hay algunos hechos que haríamos bien en desarmar.

Algunos cuadros políticos portadores de jergas ancladas en los análisis de clases, reducirán todo a la previsible conducta de los burgueses reaccionarios. Esperarán que todo pase, como con la 125. Haciendo esto parecerán más leales al proceso nacional y popular que comenzó en 2003 y también un poco antes. Pero no es la lealtad lo que los mueve sino el afán de trepar. Y si la cosa se complica mucho, descubrirán a De la Sota o cualquier otro que les permita reciclarse.

Otros pensaremos que existen circunstancias que facilitan la captación y movilización de esa gente, y que estas circunstancias no son ineludibles o resultado siempre de una construcción virtuosa que encuentra la oposición de los privilegiados.

Para nosotros la tarea política consiste hoy en centrifugar esas movilizaciones, separando al activista gorila de tanto medio pelo abducido.

Para esto hay que comenzar por reconocer varias cosas.

Como ser por ejemplo:

Que Guillermo Moreno no tiene porque ser un emblema de nuestra causa por el simple hecho de que es emblema negativo para el adversario o enemigo.

Que su gestión es un fracaso y que no es sólo su culpa.

Que un proyecto político serio debe tener capacidad de generar liderazgos múltiples y no necesitar una reelección indefinida para no ser traicionado.

Que si vamos a permitir crecientes Villas de Emergencia, deberíamos mantener el control de las mismas como en Cuba. Es decir no para llevarlos a actos, sino para erradicar la delincuencia de la que son la primera víctima.

Que los voceros de la acción de gobierno deben ser predicadores eficientes y no pseudo periodistas que se dan los gustos adolescentes a costa de la crispación social. Al periodismo de los medios dominantes hay que imponer otro que haga sentir el beneficio de estar bien informado, no adoctrinado.

Que la imagen de un Gobierno Popular tiene que estar dada por los mejores hombres y mujeres del espacio que busca el Desarrollo y la Justicia Social, para así descansar en una representatividad social y no sólo electoral.

Que la lucha contra un reaccionario como Macri es legítima y necesaria, pero debe ser llevada a cabo sin oportunismo y chiquilinadas.

Que la reivindicación de los luchadores de los años 70 debe ser hecha con circunspección y buscando la trascendencia de sus mejores ideales, no de todo su accionar en el que hubo errores y crímenes.

Este tipo de razonamiento paga menos. Suele ser acompañado por la incomprensión cuando no también la acusación descalificadora. Los confrontadores profesionales, hoy de nuestro lado, mañana quien sabe, no gustan de la reflexión y el trabajo. Viven del epíteto. Exactamente como los caceroleros.

Para concluir, la Única verdad es la Realidad, pero no siempre estamos de acuerdo en que entendemos por tal cosa.




No hay comentarios:

Publicar un comentario